miércoles, 2 de noviembre de 2016

De la investiblanda al Consejo de Ministros

Un 20 de diciembre de 2015, el candidato del PP, Mariano Rajoy, supo que su partido era la fuerza más votada en aquellas elecciones. Daban igual los casos de corrupción destapados hasta entonces, daba igual que hubiesen obtenido 123 diputados (la cifra más baja en la historia del partido) y daba igual que desde muchos medios se hubiese vendido la idea de cambio. Todo daba igual porque parecía que las dos fuerzas emergentes (Podemos y Ciudadanos) no habían conseguido su objetivo, que era aspirar a gobernar.

Ciudadanos fue inflado en muchas encuestas, incluso visto por algunos medios como segunda fuerza de gobierno. Parecía que esos números sumarían como para dar una mayoría absoluta entre C´s y PP. Algunas encuestas llegaron a dar al partido de Rivera 82 escaños (acabaron con 40 por entonces).

Por otro lado, Podemos, en la última recta de campaña del 20D, era visto como una fuerza que parecía desinflada pero que remontaba. “Podemos nació para gobernar” en palabras de Iglesias, y todo indicaba que no ganaría las elecciones, e incluso, que rompería con las expectativas generadas antes de la campaña. Kiko Llaneras, el prestigioso analista de datos y encuestas que ahora está en El País, decía que Podemos podría llegar hasta los 63 diputados (incluyendo confluencias). El resultado fue diferente porque el partido morado obtuvo 69 diputados. Nadie acertó para bien o para mal. Cierto es que en esas elecciones concurrían nuevos actores y no había recuerdo de voto respecto a los nuevos partidos. Izquierda Unida obtuvo únicamente dos diputados, ambos por Madrid.

Nadie acertó tampoco con el papel que protagonizaría el PSOE, porque obtuvo el peor resultado de su historia con 91 diputados, y porque nadie imaginaba que como segunda fuerza aspirase a gobernar el país. El PSOE intentó un pacto a tres con las denominadas “fuerzas del cambio” para desalojar a Rajoy de La Moncloa. Intentó que Ciudadanos y Podemos se entendiesen, pero en los términos económicos estaban en desacuerdo. El PP no quiso unirse al pacto porque veía que su condición de primera fuerza se vería relegada por un Presidente socialista, y Podemos no quería oír hablar de Ciudadanos porque creían traicionar su modelo político contrario al de los Ciudadanos de Albert Rivera. Sánchez fue apoyado por Ciudadanos en una investidura que resultó fallida y fuimos a segundas elecciones.

En la campaña del 26J, Podemos se situó como un sujeto político más completo cerrando el círculo de las confluencias dando lugar a Unidos Podemos. Ciudadanos temía perder representación en pos de un Partido Popular que probablemente recuperaría votantes fieles que le pusieron los cuernos las pasadas elecciones con el partido naranja. Y el PSOE tenía un temor terrible sobre la posibilidad de que Unidos Podemos le superase en votos y en escaños, algo que ciertamente todas las encuestas pronosticaban.

Tras estas segundas elecciones, las posiciones estaban muy claras puesto que la correlación de fuerzas era similar a la que había el 21 de diciembre, pero con la salvedad de que las fuerzas políticas de izquierda habían perdido apoyos. El PP subió en escaños, llegando hasta 137, Ciudadanos se desinflo rozando la treintena, y el PSOE pudo frenar el tan famoso Sorpasso: obtuvo 84 representantes por los 71 de Unidos Podemos, quien había perdido un millón de votos durante el camino de la construcción de la coalición con Izquierda Unida. Todos los analistas –o casi todos – caían en un catastrófico análisis de la realidad en la que veían muy de cerca las terceras elecciones.

Rajoy firmó esta vez un pacto con Ciudadanos –el partido de centro que pacta tanto con PSOE como con PP – y se presentó, esta vez sí, a la investidura que se convertía en una futura investiblanda. Rajoy fracasó, y tuvo en contra los votos de PSOE, Unidos Podemos, fuerzas nacionalistas... llegaron a los 170 síes y 180 noes. El calendario comenzaba a tacharse y si el 31 de noviembre no había Gobierno, habría terceras elecciones.

Las posiciones parecían invariables. Sánchez proponía un gobierno alternativo pero sin ronda de consultas, Podemos seguía tendiendo la mano pero sin que Ciudadanos formase parte del saludo, y Ciudadanos le decía al PSOE que se arrimase al PP y a ellos y que se dejase de experimentos. Sánchez no quería darle el apoyo a Rajoy aunque alguna vez dudase de si la abstención era la mejor salida. El Secretario General del PSOE se negaba a prestar apoyos al proyecto denominado por algunos como constitucionalista, y a la vez no proponía nada nuevo. O eso parecía.

En los últimos días de octubre planeaba sobre los medios la idea de que Sánchez tenía un plan B preparado, que no era más que la continuación de su plan A: ser Presidente. Pero esta vez, contando con los independentistas, siempre y cuando ellos renegaran de la celebración de un Referéndum. Sería un gobierno débil, de corto alcance y de muchísima dificultad, pero estaba en mente de la mayoría de fuerzas contrarias a Rajoy (excepto Ciudadanos). Sánchez nunca ha dicho tajantemente que tuviera un gobierno atado y bien atado pero sí que ha dejado entrever que la posibilidad iba en serio. Tan en serio como que dentro de sus propias filas se pusieron nerviosos ante la posibilidad de gobernar gracias a los independentistas. Esto iba en contra de las resoluciones últimas del Comité Federal.

Y es que, ironías del destino, fue en un Comité Federal, comandado por Susana Díaz, en donde el fin de Pedro Sánchez como Secretario General del PSOE se hizo realidad. La misma persona que le dio el aval político necesario – y los números de la Federación Andaluza –, la misma que le dio la confianza oportuna, la misma que en algunas ocasiones le había aupado en público, la misma que le veía como “el hombre del cambio”, fue la que lideró la Revuelta Federal del 1 de Octubre como crónica de una investiblanda anunciada. Los motivos del declive de Sánchez dan para otra entrada como mínimo, pero lo que es evidente es que desde una parte de las élites del PSOE, frenaron a Sánchez cuando vieron que se le había ido de las manos eso de estar callados sin actuar, descalabro electoral tras descalabro.

En resumidas cuentas, Sánchez dimitió un 1 de Octubre de 2016. Es entonces, cuando Rajoy, tras recordar las dos agridulces victorias pasadas, se olvidó de lo agrio y comenzó a degustar el caramelo de un futuro en La Moncloa. Visualizaba una abstención sin condiciones, y por tanto el gobierno con menos noes de la historia en una investidura, visualizaba por lo menos, dos años más en el Gobierno, visualizaba ese fetiche que son las tijeras como orden de su amiga Merkel, visualizaba nuevos paseos y caminatas teniendo la mente despejada sin tener que pensar en su renuncia, visualizaba que su hacer político, el marianismo, había tenido frutos porque el PSOE le dejaría gobernar, porque Ciudadanos le apoyaría afirmativamente, y porque la izquierda radical chavietarrabertzale, a pesar de reunir muchos votos, estaba muy fragmentada como para ser una oposición creíble a corto plazo.

Visualizaba eso sí, como cada viernes, un Consejo de Ministros en donde él manejase los tiempos de la legislatura con ayuda de unas políticas más negociadoras que las realizadas hasta la fecha. Marianín visualizaba sentado en su casa, mientras fumaba un puro, cómo tendría que guardar el rodillo en su estante y cómo tendría que sacar el molde para que el pastel saliese bien. Visualizaba por tanto, la idea de un Consejo de Ministros a la altura de todas sus visualizaciones, pero ¿quiénes serían los ministros?

*NOTA: todo lo contado hasta aquí no tiene que ver exactamente con el contenido de la entrada, es decir, con los posibles Ministros. No obstante, me veo en la obligación de hacer aunque sea un resumen exprés de una de las etapas más importantes de España en las últimas décadas.

Lo dicho, Rajoy visualizaba un posible Consejo de Ministros que va a variar respecto a 2011. En ese año, Mariano llega al gobierno con una clara postura de sanear la economía, y por tanto, una visión más técnica de la política (siendo muy generosos con lo hecho por Rajoy durante los primeros años de legislatura). Ahora llega más desahogado porque la economía, en términos macroeconómicos, crece. Si antes llegaba con la lengua fuera, ahora al menos, llega como mucho sudando de lo lindo, porque no olvidemos que España tiene que recortar tarde o temprano 5.500 millones de euros de algún lado. Bonita tarea que le espera al futuro ministro de Economía.

Elaboración propia

En el actual consejo de Ministros, compuesto por 10 Ministros sin contar con el Presidente, hay algunos que asumen varias funciones. Es el caso de Rafael Catalá (Justicia y Fomento), de Fátima Báñez (Empleo y Sanidad) y de Luis De Guindos (Economía e Industria). ¿Repetirán estos tres ministros? Vayamos por partes.

Rafael Catalá ha cogido el testigo del progre del PP (en palabras de Esperanza Aguirre), Alberto Ruiz Gallardón. No se ha desenvuelto mal y debido a su experiencia laboral no desentona en Fomento. Fátima Báñez es una Ministra que no crea polémica y que se ha beneficiado de los datos crecientes de empleo en la segunda mitad de la legislatura. Parece que también se va a quedar pero ¿en Empleo o en Sanidad? Si se queda en Empleo, tendrá que lidiar con la posible reforma de su propia reforma laboral, y sería un poco contradictorio. No obstante no descarten que siga en el puesto porque en Sanidad hay otro candidato interesante. Finalmente, el pluriministro De Guindos, el que se lleva estupendamente con los peces gordos de Europa, es el principal candidato a seguir ocupando la cartera de economía, pero ¿siendo Ministro o Vicepresidente económico? Él afirmó hace meses que no quería seguir siendo ministro, en un claro guiño a ser ascendido por el jefe Mariano o por volver a la empresa privada.

Por otro lado están los ministros que, o están rentabilizados políticamente, o su desgaste durante la última legislatura les hace ser candidatos a la expulsión de La Moncloa. Los rentabilizados son el Ministro de Defensa, Pedro Morenés; el de Educación, Méndez de Vigo; y quizá Isabel García Tejerina, que tras sustituir a Cañete igual se da por amortizada. Por otro lado los achicharrados serían Fernández Díaz (Interior) por el escándalo de las escuchas, Margallo (Exteriores) y Montoro (Hacienda).

Pedro Morenés se irá casi seguro, Méndez de Vigo igual cambia de cartera y Tejerina igual es sustituida por el actual Vicepresidente del Senado, Pedro Sanz. Por otro lado, Fernández Díaz no creo que aguantase el constante recuerdo del episodio de las escuchas y puede ser sustituido por nombres que veremos más adelante. Margallo cumple con un perfil de experiencia que seguramente guste a Mariano Rajoy, aunque quizá sea sustituido por alguien más joven... y nos queda el majete de Montoro. El aguafiestas de los evasores fiscales, bueno, de algunos. Dicen las malas lenguas que se lleva fatal con De Guindos, y que si uno de los dos continua, el otro se va. Veremos.

A parte del cambio de nombres que baraja el Presidente, también hay una idea que quizá se materialice, sobre cambios en la estructura de algunos ministerios.

El Ministerio de Educación Cultura y Deporte, podría desdoblarse en Cultura por un lado y Deporte por otro. El Ministerio de Energía e Industria podría desdoblarse en dos: Industria por un lado, y Energía y Cambio Climático por otro, éste último creación de nuevo cuño. Otra idea es crear un Ministerio de Turismo autónomo, aunque igual son demasiados cambios.
Al margen de los Ministerios, para poder equilibrar a dos pesos pesados como Soraya Sáenz de Santamaría y De Guindos, quizá se vaya a crear una Vicepresidencia económica a nombre de Luis de Guindos, aunque según algunos medios Rajoy de entrada no lo ve necesario.

La última idea, y ésta con más posibilidades de materializarse, es crear un Ministerio de Administraciones Públicas desligado del de Hacienda con la finalidad de poder negociar mejor la financiación autonómica.

En todo este análisis no hay que olvidar los ministerios vacantes: Sanidad, Fomento e Industria. Sanidad porque tras la dimisión de Ana Mato, el puesto fue a parar a Alfonso Alonso, que a su vez se presentó como cabeza de lista en las elecciones a Lehendakari, y que a su vez cayó en manos de Fátima Báñez, que ya se encargaba de Empleo. Fomento queda libre porque sus funciones son asumidas por Catalá tras el nombramiento de Ana Pastor como Presidenta del Congreso. Y finalmente Industria ha quedado libre por la dimisión del Ministro Soria (ministerio que ha quedado en manos de Luis de Guindos). Cuando hablo de Ministerios vacantes, no hablo de que estén libres como tal, sino que pueden ser ocupados por alguno de los que los ostentan ahora, o por otros, pero no creo que haya figuras de pluriministros en el nuevo Consejo de Ministros.
   
A parte de los nombres que se manejan dentro del actual Consejo de Ministros, hay otros que suenan fuerte para llegar a optar a diferentes carteras. Y aquí empieza el juego de verdad.

Elaboración propia

Por un lado tenemos a Dolores de Cospedal. Vista por la oposición como algo ajeno a la regeneración, pero que cuenta con la total confianza de Rajoy. Todos los medios dicen que ocupará alguna cartera, y de no hacerlo sería una auténtica sorpresa. El problema es que hay dos corrientes, una que es afín a Cospedal y otra que lo es hacia Sáenz de Santamaría. Rajoy tiene que buscar ese equilibrio. Por otro lado, están los Javier Maroto, Jorge Moragas, Pablo Casado, los hermanos Nadal o José María Lassalle.

Fuera de este grupo de más o menos conocidos, estarían la Secretaria de Estado de Justicia, Carmen Sánchez-Cortés, el Secretario de Estado de Seguridad Francisco Martínez o el Director de la Guardia Civil, Arsenio Fernández de Mesa.

En el último grupo de los posibles candidatos a Ministro están Rafael Hernando y Andrea Levy, ambos con escasas posibilidades.

Cospedal opta a la cartera de Interior porque es una de las más importantes y porque sería una manera de premiar (por parte de Rajoy) la fidelidad al Partido. Quizá otro de los destinos pudiera ser Fomento o incluso Administraciones Públicas (de nuevo cuño).

Javier Maroto podría ser Ministro de Sanidad, lo que dejaría a Fátima Báñez en Empleo o fuera del Consejo.

Moragas sería sin duda Ministro de Asuntos Exteriores si es que Rajoy busca regenerar esa cartera.

Los hermanos Nadal tienen escasas posibilidades de ser ambos Ministros. El que lo tiene mejor es Alberto Nadal, Secretario de Estado de Energía y bien situado dentro del Partido, que podría ocupar la cartera de Energía y Cambio Climático. Sin embargo, su hermano Álvaro aspiraría a una cartera como la de Economía que parece no ser dejada en manos de alguien que viene de nuevas, aunque él tenga aptitudes de sobra. Si la economía empieza a recuperarse, Rajoy no apostará, creo yo, por algo nuevo. Álvaro Nadal podría acabar como Ministro de Empleo.

Pablo Casado podría optar a la portavocía de la Presidencia, labor que tiene actualmente la Vicepresidenta Soraya. Rajoy apuesta siempre por la experiencia y aunque Pablo Casado se haya fogueado en muchos platós y medios, quizá es pronto para él. De ser incluido dentro del Consejo sería una gran sorpresa.

Por último, José María Lassalle, Secretario de Estado de Cultura, iría destinado a Cultura, (desligado previsiblemente de Educación).

En el bloque de los menos conocidos, Carmen Sánchez-Cortés aspiraría a Justicia, Francisco Martínez a Interior (si Cospedal obtiene otra cartera) o incluso Defensa. Como Ministro de Defensa, Arsenio Fernández de Mesa, sería uno de los candidatos, pero estuvo salpicado por los incidentes de Ceuta en 2014, y teniendo en cuenta que se trata de un gobierno en minoría, sería una torpeza incluirlo como Ministro, aunque entra dentro de las quinielas.
Finalmente, Rafael Hernando, aunque es una verdadera incógnita, podría acabar en Industria, y Andrea Levy en Fomento. Andrea Levy es quien menos opciones tiene.

Todo son conjeturas que en unas horas veremos resueltas. Hay muchas combinaciones pero con esta pieza pretendo esclarecer un poco el posible escenario. Eso sí, una cosa hay que tener clara: Rajoy ya dio sorpresas en la formación de su ejecutivo la legislatura pasada, y ésta no tendría por qué ser menos. Aquí mi apuesta:

INTERIOR: Dolores de Cospedal.
SANIDAD: Javier Maroto.
EXTERIORES: Javier Moragas.
ENERGÍA Y CAMBIO CLIMATICO: Alberto Nadal.
INDUSTRIA: Rafael Hernando.
EDUCACIÓN: Íñigo Méndez de Vigo.
CULTURA: José María Lassalle.
DEFENSA: Francisco Martínez.
JUSTICIA: Carmen Sánchez-Cortés.
HACIENDA: Montoro.
ECONOMÍA: De Guindos.
ADMINISTRACIONES PÚBLICAS: Fátima Báñez.
EMPLEO: Álvaro Nadal.
AGRICULTURA: Pedro Sanz.
FOMENTO: Catalá.

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